Met Opera 2023-24 Crítica: Florencia en el Amazonas

El Picaflor en Florencia en el Amazonas (Ken Howard/Met Opera)

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Muévete, Falstaff. El debut histórico de Florencia en el Amazonas de Daniel Catán en la Ópera Metropolitana de Nueva York fue sin duda una de las experiencias más especiales, felices, y pues bien, mágicas que jamás he tenido.

Ésta es solo la tercera ópera en español que el Met ha hecho, y la primera escrita por un compositor latino. Tristemente, el judío mexicano Catán murió demasiado joven para ver su ópera más famosa en el Met, pero esta latina orgullosa no se lo hubiera perdido por nada del mundo.

La música evocativa de Catán es decadentemente melódica. Incluso la ausencia de fragmentos canturreables no quita su presentación cinematográfica y su plenitud lírica, lo cual fue una bienvenida pausa de la disonancia sin rumbo de la mayoría de música moderna. Sorpresa: otra ópera contemporánea que me gusta amo. 

Justo antes que Yannick Nézet-Séguin levantara la batuta del conductor, un miembro de la audiencia vociferó, “¡Viva la ópera en español!” El público y yo aprobamos con gran clamor, la primera señal de la energía vivaz que permeó la noche.

Divertidamente, la instrumentación de la obertura de 20 segundos me recordó otro viaje fantástico, pero la similitud con la película de ciencia ficción de 1966 fue breve y el telón se levantó rápidamente para revelar vendedores anunciando sus productos — “¡Jarabe! … ¡Compre usted este caimán! … ¡Grosellas!” — en una escena que evoca la famosa apertura del Acto 2 de La Bohème: “Aranci! Datteri! Caldi i marroni!”

Mattia Olivieri (en oro) en Florencia en el Amazonas (Ken Howard/Met Opera)

Ríolobo fué el primer personaje presentado, cantado con aplomo por Mattia Olivieri en su debut. Ríolobo es “una criatura de este río,” y Olivieri desplegó su presencia en forma única e intrigante mientras introducía a otros personajes: la escritora Rosalba (Gabriella Reyes) y los combativos esposos  Paula y Álvaro (Nancy Fabiola Herrera y Michael Chioldi). Me reí cuando Paula le preguntó a Álvaro “¿sí o no?”. Me hizo pensar en la respuesta que escucho a menudo de mis conocidos mexicanos “sí, pero no.” Ja!

Olivieri’s Ríolobo se transformó brevemente durante la escena de la tormenta al final del Acto 2, implorando a los dioses del río, “¡No destruyan el mundo! ¡Piedad, piedad!” El acto terminó en suspenso: los cuatro pasajeros restantes (Florencia, Arcadio, Rosalba, y Paula; Álvaro se habia caído al río) agarrados al timón, gritando “¡Estamos a la deriva!” Entonces las luces se apagaron.

Ailyn Pérez en Florencia en el Amazonas (Ken Howard/Met Opera)

Los trenes no esperan a nadie, pero los botes esperan a Ailyn Pérez. Ella hizo su entrada corriendo para alcanzar El Dorado antes que zarpara. Como esperaba, el público estalló en aplausos. Ailyn salió corriendo del escenario sin cantar una nota, lo cual lo hizo aun más memorable. Cuando comenzó a cantar en el bote, me dejó sin aliento con la reflexión hechizante de Florencia sobre su vida, amor, y carrera. La voz lujosa de Ailyn es como un abrazo cálido, pero nunca pierde el salero sin el cual la música latina perdería su latinidad.

Gabriella Reyes es la primera cantante de descendencia nicaragüense que ha cantado en el Met, y adornó de orgullo a Nicaragua. Su voz vibrante llenó el teatro como crema en un profiterole, y ella representó con impacto  el viaje de Rosalba desde su rechazo al amor romántico hasta hacerlo parte de ella. Su duo con Ailyn fue una verdadera delicia; fue como si las dos sopranos se energizaron y elevaron mutuamente hasta las copas de los árboles  del Amazonas.

Gabriella Reyes y Mario Chang en Florencia en el Amazonas (Ken Howard/Met Opera)

El compañero de escena más frecuente de Gabriella fue Mario Chang en el rol de Arcadio, el sobrino del capitán, piloto aspirante, e interés romántico de Rosalba. Su colaboración se remonta al debut de Gabriella en Santa Fe en 2019, y se veían a gusto juntos, lo que hacía la historia de amor más convincente. No que necesitaba mucha ayuda; Chang fue muy efectivo dramáticamente, e incluso sin binoculares, las emociones de Arcadio llegaron a los niveles más altos del teatro.

Nancy y Chioldi fueron un duo cautivante como los esposos peleadores quienes tiran sus anillos y luego se acercan de nuevo por la perdida trágica y el regreso mágico de Álvaro. Dado que Chioldi no se desbordó por las rejas móviles que separaban el barco y el río, fue dificil deducir que se había caído al agua. De todas maneras,  la imagen de verlo arrastrado por bailarinas con vestidos azules arremolinantes fue llamativa.

Por la izquierda: Nancy Fabiola Herrera, Mattia Olivieri (segunda por la derecha), y Michael Chioldi en Florencia en el Amazonas (Ken Howard/Met Opera)

Nancy, nacida en Venezuela de padres canarianos, ha regalado su voz madura y balanceada al Met desde 2005 y creó el rol de Donna Rosa en la última ópera de Catán, Il Postino. En cambio, Chioldi hizo su debut en 1996 — el mismo año del estreno de Florencia — pero solo hizo su avance acá en 2022, cuando remplazó a un Quinn Kelsey cuando se enfermó durante Rigoletto. A pesar de sus trayectorias diferentes, la química hermosa fue un roba escena, particularmente durante la conmovedora reconciliación de la pareja.

La salida de Ailyn fue tan memorable como su entrada: mientras caminaba despacio fuera del escenario, alas cerúleas se alzaron de su vestido, transformando a Florencia en una mariposa. Cuando te entretienes, el tiempo vuela  más rápido que las mariposas, así que el cierre del telón llegó antes que lo esperaba. Tuve un nudo feliz en la garganta, pero lo he tenido antes con Aida y el Coro de los Esclavos Hebreos en Nabucco, así que no pensé mucho de aquello. Planeé dar una ovación de pie a la obra entera de todas maneras, pero me levanté para Gabriella Reyes (yo hubiera saltado si mi vestido me lo hubiera permitido). Trás Mattia Olivieri, fue el turno de Ailyn. La audiencia absolutamente irrumpió en clamor para ella.

Ailyn se arrodilló en el escenario y puso su mano en su corazón, y yo sonreí al realizar que mis primeras lágrimas felices  caían. Ahí estaba, sonriendo de oreja a oreja, riendo, y llorando al mismo tiempo. No pude parar. Una amiga en el Met me dijo que pudo oírme “gritando en la pantalla”. ¡Me alegro!

¡Viva la ópera en español!



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